Para que la angustia y la vergüenza
no derroten a la esperanza que guardamos, desde la ListAzul de trabajadores de la
Universidad Nacional del Sur creemos necesario diferenciarnos de la irresolución
por parte del Consejo Superior Universitario al momento de tratar en el recinto
la eventual suspensión del docente Néstor Montezanti,
imputado por delitos de lesa humanidad ante la Justicia Federal y
disciplinariamente reprochado por el Consejo de la Magistratura de la Nación.
Ante la mirada de
sobrevivientes y testigos de crímenes del terrorismo de Estado, la amplia
mayoría del cuerpo colegiado decidió hacer caso omiso a los cargos que pesan
contra el mencionado docente y los antecedentes similares de otras
Universidades, para aprobar en cambio un intrascendente aval al Rector para pedir
al Juzgado Federal al sólo efecto de que confirme algo que ha sido ampliamente
informado por decenas de medios de comunicación y por Fiscales.gob, Infojus y Télam, los sitios oficiales de la
Procuración General de la Nación, el Ministerio de Justicia nacional y la
agencia estatal de noticias.
Vale la pena reflexionar
acerca de lo ocurrido ayer, porque resulta de una gravedad inusitada e
inexplicable.
En primer término, porque muestra a la Universidad como último reducto
público del negacionismo.
En segundo lugar, porque parte de los delitos que se imputan al
docente mencionado se vinculan con la Universidad: tanto atentados contra el
orden institucional de hermanas casas de estudios como tareas de inteligencia
catalogadas por los represores como servicios “universitarios”.
En tercer lugar, porque la declaración indagatoria a la que será
sometido Montezanti por el Consejo de la Magistratura tendrá carácter
disciplinario e incluirá su desempeño actual como docente de la UNS, en cuanto
a las quejas y denuncias por los contenidos y valores que profesa y el trato
que dispensa a sus alumnos.
En cuarto lugar, porque un tratamiento liviano e irresoluto de un tema
tan relevante y sensible hace que se vea lesionada la legitimidad de la UNS
para ejercer su derecho interno ante eventuales faltas menores que aquellas que
tienen como imputado al docente mencionado. En otras palabras: ¿cuál será la legitimidad de
un docente para sancionar a un estudiante que se copió en un examen, si el
Consejo Superior de la UNS ha optado por ignorar una imputación por uno de los
peores delitos tipificados en el Código Penal?
Finalmente, en quinto lugar, porque la UNS debe
decidir –y la máxima responsabilidad por ello cabe a sus representantes- en qué
vereda se colocará respecto del camino de Memoria, Verdad y Justicia que el pueblo
argentino ha elegido y convertido en política de Estado. En 1984, el general
Benjamín Rattenbach pronosticó que si las Fuerzas Armadas no sometían a sus
miembros a la investigación de una Justicia honesta, la sociedad y la Historia
culparían institucionalmente a las Fuerzas Armadas por los crímenes cometidos.
Así fue.
En el caso de la UNS, la
gravedad es particularísima: fue, a la vez, víctima y victimario del terrorismo
de Estado que se desató a mediados de los ‘70. Víctima, por cuanto su comunidad
académica resultó foco de represión y sufrió desapariciones, asesinatos,
secuestros, cesantías, quema de libros y cierre de carreras, además de la
interrupción de su democracia interna y la ruptura de su autonomía. Victimario,
por cuanto pertenecía a la estructura del Estado terrorista y quienes tomaron a
su cargo las principales funciones del gobierno universitario pertenecieron y
en algunos casos aún pertenecen a su comunidad.
Los tiempos de la sociedad y
la Historia no se detendrán porque el reloj académico así desee marcarlo, ni por
mucha nostalgia que a sus miembros pudiera generarle el Pasado o por peor
impresión que le cause el Futuro. La elección como consejero no implica la mera
coronación en una ceremonial y extrañamente apolítica nobleza de Estado. Por el
contrario, en este momento demanda una palabra clara de los máximos
responsables del cogobierno universitario: ni más ni menos que mostrarle a la
comunidad quién y qué es la institución.
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