Si el conjunto de las decisiones en tal sentido nos afectan
como parte del pueblo, hay algunas de ellas que nos impactan específicamente
como trabajadores universitarios. Se suman a una restricción presupuestaria que
ya había comenzado, traduciéndose en retraso en el envío de partidas,
eliminación de becas y estímulos, recortes salariales por vía de inflación y
suspensión de convenios que vinculaban a universidades con los ministerios
nacionales.
El escenario se agravó. Los ministerios de Trabajo y Salud,
cuya relevancia no es necesario aclarar, han sido degradados a meras secretarías.
Vuelven así a un estadio previo a 1943. Lo propio ocurre con la eliminación de
los ministerios de Ciencia y Tecnología y Cultura, también convertidos en
secretarías. La decisión confirma los antecedentes previos, con reducción de
presupuesto científico y cultural, restricción en el número de ingresos al
CONICET y desfinanciamiento de proyectos de desarrollo tecnológico.
Somos una Universidad Nacional. Cabe que nos preguntemos,
independientemente del rol que ocupemos en ella, cuál es el futuro que nos
espera. ¿De qué modo se arbitrarán las negociaciones paritarias, si el
Ministerio de Trabajo ya no existe? ¿Cuál será el campo laboral que aguardará a
nuestros graduados? Nuestra Universidad está fuertemente volcada a ciencias
duras. ¿Qué futuro le aguarda al sector con la eliminación del Ministerio de
Ciencia y Tecnología y el desfinanciamiento de proyectos como ARSAT o INVAP? La
UNS propone en sus carreras de Ciencias de la Salud un paradigma innovador de
marcado compromiso social ¿Diremos algo como institución? ¿Qué futuro espera a
las médicas y los médicos frente a la destrucción de los programas de Salud
Pública? ¿Qué planes guardará el proyecto neoliberal para nuestras
Universidades?
No existe la posibilidad de salvatajes individuales. Nos
necesitamos todas y todas, porque de otro modo todo se derrumbará.
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