La adhesión de la Lista Azul no habrá podido
ser leída en el tradicional acto de “La Escuelita”, donde el silencio del campo
se poblaba de Memoria y encontrábamos mates, abrazos, poemas, nombres, sol.
Tampoco podremos marchar en las calles del centro de Bahía Blanca en la tarde.
No podrá ser, por la cuarentena: nos estamos cuidando entre todos y todas. Pero
no abandonamos la Memoria. Por eso quisimos estar presentes en tu buzón de
correo, querida compañera, querido compañero.
No sólo la prevención
de la pandemia convierte a éste en un 24 especial. Ya iba serlo, porque este mismo mes comenzó un nuevo
juicio –el séptimo- por crímenes de lesa humanidad perpetrados en Bahía Blanca
y la región durante el terrorismo de Estado.
Si la comunidad de la
UNS se mira en el espejo de su propia historia, este recién iniciado debate
oral resulta enormemente significativo. Se trata, nada menos, que del juicio
que, tras 45 años de impunidad, abordará el accionar de la autodenominada
Alianza Anticomunista Argentina.
Hablamos de la
organización de ultraderecha que, antes del 24 de marzo de 1976, desarrolló un
accionar criminal con cobertura y financiamiento de múltiples resortes del
Estado: el más conocido fue el Ministerio de Bienestar Social a cargo de José
López Rega, pero también deben contarse a las policías y las Fuerzas Armadas.
Y, en el caso local, a la UNS. A través del rumano RemusTetu, oscuro personaje
protegido durante largas décadas por la institución, antes y después de
producido su accionar criminal. Desde el Rectorado, Tetu proveyó de salarios y
armamento a una patota presentada como cuerpo de “seguridad y vigilancia”. La
contrató especialmente, usurpando cargos de la planta no docente, a la que por
otra parte vaciaba con la exoneración de trabajadores y trabajadoras y las
amenazas sobre el conjunto.
Por ser parte del
Estado por entonces terrorista, y por haber tenido ese rol particular de
financiamiento y cobertura de la Triple A, es que –lo hemos sostenido muchas
veces desde la Lista- la UNS debe mirarse al espejo de su propia historia y
decidir si la Historia va a contarla del lado de los victimarios o en el de las
víctimas, considerando la enorme cantidad de docentes, no docentes y
estudiantes que resultaron perseguidos.
La institución ha
transitado ese camino a medias. Todos los docentes señalados como partícipes
del terrorismo de Estado se han jubilado sin exoneración ni resolución de
juicio académico, incluido Tetu. También es cierto que el proceso de Memoria,
Verdad y Justicia ha llevado a la institución a crear su Subsecretaría de
Derechos Humanos, instaurar su Día para recordar a las víctimas, nombrar con el
nombre de David “Watu” Cilleruelo a una calle de su campus, ceder su Aula Magna
para los juicios y accionar como querellante en el que comenzó el 9 de marzo.
Entre nuestros orgullos como agrupación se encuentra el haber participado
activamente del impulso y sostén a muchas de esas decisiones. Queda, no
obstante, mucho por hacer.
En este 24 de marzo
queremos, como cada año, levantar la bandera de la Memoria, y reclamar por
Verdad y Justicia.
En
nuestra historia colectiva viven las luchas de nuestros compañeros no docentes
Daniel Bombara, Roberto “Jimmy”Garbiero, Néstor “Coco” del Río y Heriberto
Prado, así como las de Mario Usabiaga, que sufrió la cárcel y la persecución
dictatorial.En ellos nombramos, además, a las decenas de no docentes, docentes
y estudiantes víctimas de asesinatos, secuestros, persecuciones,
encarcelamientos, amenazas, exoneraciones y exilios. Nuestra UNS aún siente el
vacío de sus ausencias: en lo humano, en
el compromiso que demostraban y en el aporte que hubieran significado en las
décadas siguientes como trabajadores y trabajadoras, docentes, profesionales,
investigadores e investigadoras.
Como Lista, una de
nuestras banderas es un poema de Daniel Bombara, cuyo descubrimiento fue un
regalo. En sus versos, como un mandato identitario, dice:
Para
que llegue pronto
ese
amanecer azul
en
que ya se hayan ido
todos
los corrompidos
y
quedemos los hombres
para
construir el mundo.
Nuestro compromiso más
íntimo, en el trabajo cotidiano y silencioso, es permanecer siempre fieles a la
identidad de ese amanecer soñado. Construirlo –y no sólo esperarlo- es la
tarea. Eso hicieron los compañeros y las compañeras a quienes recordamos hoy.
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