Transitamos las horas finales de este 2018. El calendario, la
tradición y los afectos nos convocan a unas palabras de despedida, balance y
buenos deseos. Las particularidades del año que se va y del que viene evitan
lugares comunes. La urgencia se impone, con su originalidad inevitable.
Hemos atravesado un año centenario: el de la Reforma
universitaria. Gesta histórica pisoteada por el escenario de recortes y
desprecio a la educación pública. El espíritu de aquella Reforma, decíamos
durante el año, era recrearse permanentemente en el desafío de correr las
fronteras de lo posible. Así debe ser.
En la UNS, ha sido un año de elevado nivel de conflicto, que
cerró con elecciones que determinaron un cambio de gestión, tras un cuarto de
siglo. Lo que ocurra de ahora en más escapa a todo pronóstico, pero sí es
posible extraer varias conclusiones de lo ya ocurrido. La más importante para
nuestro estamento la anticipábamos hace algunos meses: contra lo que a veces
parece creer el estamento hegemónico, el voto no docente no está de adorno en
los cuerpos del cogobierno. Lo demostró la sesión de la Asamblea Universitaria
que resolvió el Rectorado. Buena oportunidad para recordar o comprender que
docentes y no docentes somos pares en la política y compañeros de trabajo en lo
cotidiano. Ni más, ni menos. Debe recordarse, no sólo cada cuatro años sino en
el día a día, para evitar las prácticas nocivas del ejercicio de poder
ocasional.
El año que se inicia será duro. Lo desafíos que proponga
exigirán energía, firmeza y creatividad. No es difícil adivinar que 2018
parecerá sólo un prólogo de un año que verá profundizarse la crisis económica
generada por el actual gobierno y descargada, siempre, sobre los sectores más
vulnerables. Será, además, en un contexto electoral y con la amenaza constante
de la represión, en gran escala o personalizada. Habrá que defender lo
conquistado por generaciones de trabajadores, elegir bien la opción en las
urnas y abandonar toda mezquindad, para la necesaria unión.
La ListAzul,
por su parte, seguirá parándose en los mismos lugares de siempre en cada debate
institucional. En la defensa de compañeros y compañeras, la revisión de la
historia y la definición de qué Universidad queremos. No sólo para nosotros y
nosotras, sino para nuestro pueblo y las generaciones por venir. Es hora de
abandonar lugares comunes, frases de ocasión y un relato prístino de la
realidad universitaria que implosionó con lo ocurrido en la última sesión de la
Asamblea. No tiene sentido negar que en la UNS el poder se disputa, con iguales
o peores gestos que en cualquier otro espacio. Más interesante resulta definir
para qué se lo quiere. Eso esperamos del nuevo oficialismo y la oposición:
discusiones en base a proyectos y enmarcadas en alguna coherencia ideológica.
El diagnóstico material no impide los buenos deseos. Por el
contrario: los gestos humanos, como el afecto o la esperanza, son más
necesarios que nunca. Sustentan todo proyecto y están en la base de la unión
que requiere la resistencia.
Por todo ello, por lo vivido y lo que viene, enviamos nuestro
abrazo a cada familia no docente y a cada miembro de la comunidad
universitaria, sin olvidar a los aún excluidos de ella.
Construiremos el Feliz Año que hoy deseamos.
Felices Fiestas
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